Hola, si, encontré esto el otro día entre esos archivos del olvido, y decidí terminarlo:
Raulíto Casares había llorado toda la tarde. Lágrimas con sabor a pobreza, causadas por un chirlo que le entró de lleno en la nuca, dejandola colorada y brillante. Según él, no lo merecía. Según su madre, merecía no solo uno, sino seis coscachos por hurgar en su cartera. Sin embargo, le dio uno.
Con los mocos mojandole los labios, fue corriendo camino a la plaza, escapando de esa maldita mujer que le había tocado como madre. Necesitaba despejarse, como dice la gente. El barrio era nuevo y su billetera, triste... No había mucho para hacer.
El frío termómetro de la estación de trenes marcaba - 4º y Raulíto vestía solo una chomba de piqué, que era el último grito de la moda en Nueva Zelanda. Pésima idea.
Recordó las sabias palabras de su abuelo, el Maestro Zen del Under Cuyano, que alguna vez le dijo:
"Raulíto, cuidate del Yeti si algún día te vas con tu mamá a vivir a Nueva Zelanda. El Yeti siempre se esconde detrás de los árboles y rapta niños. Odia el ajo y la cebolla de verdeo. Es blanco, pero también es negro. Es fanático de los Hilda Lizarazu, especialmente de su época con Man Ray. Ha, y lo espantas con el grito de guerra que vos quieras."
Así, Raulito fue caminando por la ruta, lejos de cualquier árbol. Iba pensando. Reflexionando y flexionando sus rodillas. Pensaba y pensaba: Su madre no había estado tan equivocada al momento de coscachearlo de revés. O sea, debe ser difícil criar a un hijo sin golpearlo eventualmente. Es como que tiene que haber un "feedback-doloroso"; ya que TENER un hijo es, justamente, un parto. También pensaba en que las chombas de piqué tampoco eran tan copadas que digamos. Meditaba sobre su nuevo hogar, su nueva vida. Le gustaba la nieve, y la gente del lugar. Ya no estaba tan enojado como al inicio de este relato.
Pero en toda esa divagación, Raulito no se dió cuenta de que se había desviado del camino a la plaza, y cuando quiso acordarse, ya estaba en el matadero. Así que, asustado y apurado, dió la vuelta y decidió tomar al bosque por atajo.
Caminaba tranquilo por el medio del bosque, cuando volvió a recordar las sabias palabras de su abuelo, el Maestro Zen del Under Cuyano:
"Raulito, si alguna vez te olvidas lo que te dije recién y te metes a un bosque neozelandés, entonces no te olvides de lo que te voy a decir ahora: Tenés que encarar al palo por el primer sendero que veas, y mientras corres, gritá tu grito de guerra predilecto así espantas al Yeti. No te olvides además de ir mirando al suelo, así prevenís accidentes."
Y así fue como Raulito comenzó a correr, gritando a viva voz su grito de guerra (desvergonzadamente plagiado de Scorpion) que decía "Get over here! Get over here! Get over here!" Pero Raulito olvidó que tenía que ser precavido mientras corría, y no prestó atención a lo que pisaba, por lo que cayó duro y parejo al suelo tras trastabillar con un escarabajo gigante. Uia... problemas, habrá pensado Raulito. No lo sabemos. Pero el escarabajo parecía amigable. Éste acercó lentamente al pié de Carlitos (o Raulito) y clank! hizo su caparazón después de ser aplastado por la zapatilla del muchacho; porque claro, era gigante, pero GIGANTE para ser un escarabajo. Nada impedía pisarlo.
Raulito se quedó sentado, esperando alguna señal, pero su radio no captaba ninguna FM local. Enojado con el chiste fácil, pensó que los árboles impedía que la señal llegara, y AM no escuchaba ni en pedo. Entonces fue ahí, justo ahí, cuando recordó ese consejo que su abuelo, el Maestro Zen del Under Cuyano, le dijo:
"Raulito, mirá prestame atención, dale. Estos Zucosos salen cuatro pesos menos que las Zucaritas. Con esos cuatro pesos que te ahorras, haces maravillas, como por ejemplo, salvar tu vida en caso de que el Yeti neozelandés te agarre en el medio del bosque. Porque te cuento, el Yeti se la pasa buscando niños para fumar, ya que nunca tiene plata para comprar frula. Pero si vos le das estos cuatro pesos, él se va directo al dealer-del-bosque mas cercano y te deja de romper las pelotas. ¿Cazas?"
Pero Robertito, que estaba mas pobre que Charles Ingalls después de pagarle la hipoteca de la granja al Sr. Nels, se dio cuenta que el tercer consejo de su abuelo se lo podía pasar soberanamente por las pelotas. Así que se levantó, y encaró corriendo para su casa, aunque con la mente tan perturbada como la tenía, el despistado olvidó gritar "su" grito de guerra predilecto.
Pibe, detenete un segundo o sos boleta, escuchó Carlitos a sus espaldas. Inmediatamente dejó de correr. Temeroso, volteó para ver de dónde provenía esa voz tan finita y aguda. "Soy el Yeti", dijo un monstruo blanco (y al mismo tiempo negro) y peludo, de unos 3 metros aproximadamente. Tenía los ojos rojos y no dejaba de tocarse la nariz. Las manos le tiritaban. Estaba mas al palo que el tacometro de Rapidshare Premium.
What do you want from me? preguntó Carlitos, evocando al espíritu de la mujer que hacía los doblajes de la Coca Sarli para el exterior (que estaba muerta) El Yeti se limitó a hacer un sonido parecido al que hacen los modems cuando se conectan a dial-up. Carlitos estaba en problemas.
-Now, you are going to die in my hands, little charlie - dijo innecesariamente en inglés, El Yeti, que sabía hablar perfectamente en español.
-You are so fucking crazy, bro... I have a situation here, so, get the fuck away and let me go home...
-Ha ha ha ha ha! You are an insect for me...
-Dont be so sure, you bastard - respondió Carlitos, mientras incrementaba su cosmo
-Oh! - Se sorprendió el Yeti, con esta expresión de sorprendido y con cara de sorprendido, como esperando la sorpresa.
-My grandpa, The Master Zen of The Under Cuyanou, taught me how to destroy you.
-Oh! The Master Zen of The Under Cuyanou! Oh! Its imposible! I remember him! You... you can not be...
-Yeahhh... im the...
-The...
-El...
-El...
-...CABALLERO DE LA CADENITA CHAQUEÑA!!!! Gritaron al mismo tiempo, retomando misteriosamente el español. Uno medio asustado, y el otro mas bien envalentonado.
-Ahora vas a morir (en rehabilitación) estúpido Yeti, y dejarás en paz a los niños neozelandeses...
-Oh nooooo!
-Oh siiiiiii.... Te demostraré mi poder...
-...
-...
(El ambiente estaba muy tenso. Se venía el garrón. Inevitable. Suspenso. Mucho suspenso graficado con estos puntos suspensivos)
-...
-...
-...
-...
-...! (como diciendo "dale, pué!")
-¡¡¡CADENITA CHAQUEÑA NEBULOSAAAAAAAAAAAA!!!
-...NOOOOOOOO!!!! -Gritó El Yeti mientras caía al suelo.
Carlitos había arrojado la cadenita de su comunión sobre la cara de El Yeti, lastimando su ojo con la arista inferior derecha de la cruz. El Yeti, que ahora yacía en el barro negro del bosque, gemía de dolor. Saulito, en cambio, se sostenía en pié. Con aire triunfante, pasó por al lado de su enemigo diciendo "Esto te pasa por puto y drogadicto, mojón".
Caminó hasta su casa, y aprovechando que su madre había salido desesperada a buscarlo; abrió su cartera, sacó 7 dólares y fue por una Cindor.
Su abuelo estaría orgulloso.
LUZ VERDE PARA LAS OREJAS
Hace 4 años